Orfeo era hijo de Apolo y Calíope. Su padre era el dios de la música y su madre era una de las musas inspiradoras. Por eso, Orfeo heredó talentos inigualables al tocar la lira regalada por su padre. Hombres, animales e incluso plantas quedaban maravillados al oír tan bellos acordes. En cambio, Orfeo integró la tripulación de Jasón en la aventura en busca del vellocino de oro y salvó a todos los tripulantes protegiendo los del canto de las sirenas.
Después de regresar de la aventura, Orfeo conoció a la bella Eurídice por quien se enamoró y tomó como esposa. Eurídice era ciertamente la mayor fan de las canciones de Orfeo. Esta pasión de la joven por sus canciones a menudo le hacía celos de las propias canciones. Sin embargo, una tragedia pasaba sobre la pareja.
Un día, mientras caminaba por los campos, fue avistada por Aristeo, el apicultor. Él estaba enamorado por la joven, pero ella siempre lo despreció. El apicultor persigue a la joven para declarar su amor. Temiendo ser abusada por Aristeo, Eurídice huye corriendo por el monte alto. Pero en su fuga por el césped, la infortunada chica es picada por una serpiente venenosa. Al saber de lo ocurrido, Orfeo corre al encuentro de su amada, pero ya se encontraba sin vida.
La felicidad contenida en sus canciones desaparece y a partir de ese día solo sonidos tristes y melancólicos salen de su lira. Inconformado, Orfeo recurre a Zeus, el dios supremo del Olimpo, para que éste traiga a su amada de vuelta a la vida. El dios dice que no puede interferir en los asuntos de su hermano Hades, pero ofrece que Hermes conduzca a Orfeo hasta el mundo de los muertos para que así pueda intentar conversar con el dios del submundo.
En las puertas de Hades se encontraba Cerbero, el perro de tres cabezas, responsable de impedir que intrusos entraran en el dominio de su maestro. Orfeo le tocó una tranquila canción que hizo que el perro se duerma.
A medida que Orfeo envejece, su música sigue siendo tan poderosa como siempre. A menudo se le ve caminando por los campos y las ciudades tocando su lira y cantando historias de amor y de la vida. Aunque ya no tiene a Eurídice a su lado, su amor por ella sigue siendo fuerte y su música siempre es un recordatorio de su pasión y su añoranza.
Orfeo es venerado por muchos como un dios de la música y su legado sigue vivo en la mitología griega. Aunque su vida fue corta y triste, su música y su amor por Eurídice lo han convertido en una figura eterna en la historia de la mitología griega.